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Flora mediterránea de Chile

 

Los ecosistemas chilenos de tipo mediterráneo se concentran entre el Océano Pacífico y los contrafuertes de los Andes, aproximadamente desde el Río Limarí hasta el Malleco. Forman una faja muy estrecha junto a la costa oceánica en su parte norte y se adentran al sur por la depresión central.
Así, ocupan zonas de transición entre la selva valdiviana y el semidesierto del Norte Chico que se asoma por el norte al valle de Santiago. Su origen data de la elevación final de los Andes hace entre 15 y 8 millones de años ya que antes, con una cordillera que no superaba los 3.000 metros de altura, la flora de lo que ahora es Chile formaba un continuo con la de Argentina y Brasil.

 

Ya antes, unos 30 millones de años atrás, se había completado la separación entre el extremo sur de América y la península antártica, permitiendo la formación de la corriente circumpolar antártica, el enfriamiento del  continente helado y la aparición de la corriente fría de Humboldt que contribuye a explicar el clima chileno. Al quedar aislada nuestra flora
e instalarse el régimen de veranos muy secos gran parte de las especies
se extinguieron o sobrevivieron –y siguieron evolucionando– las que
pudieron adaptarse a las nuevas condiciones.

En los valles de la cordillera de la costa se conservan las formaciones más características de la flora mediterránea chilena: el matorral o bosque esclerófilo (de hojas duras) y el espinal de Acacia caven (espino) mezclado en algunas partes con el algarrobo (Prosopis chilensis). Se ha postulado que este espinal, bajo el cual crecen abundantes pastos introducidos y arbustos poco o nada apetecidos por el ganado (palqui o Cestrum palqui; romerillo
o Baccharis linearis; natri, tomatillo o Solanum crispum; quilo, mollaca o Muehlenbeckia hastulata; quebracho o alcaparra chilena, Senna candolleana) es el resultado de la degradación del bosque esclerófilo por acción del hombre.

 

 

Esta destrucción se hace permanente por la presencia de herbívoros introducidos como el ganado y especialmente los conejos, que se alimentan de ejemplares jóvenes de los árboles que forman el bosque esclerófilo. Los árboles más abundantes en este bosque son el boldo (Peumus boldus), el molle (Schinus latifolius) y el litre (Lithraea caustica), con el peumo (Cryptocarya alba) en sitios más húmedos y sombríos o, en lugares más secos y pedregosos, el quillay (Quillaja saponaria), el huayo o bollén (Kageneckia oblonga) y el maitén (Maytenus boaria) a los que se suma el quisco (Echinopsis chiloensis). En el fondo de las quebradas se encuentran relictos sureños como el arrayán (Luma apiculata), el canelo (Drimys winteri)
y el lingue (Persea lingue). Más raros son el belloto del norte (Beilschmiedia miersii, especie amenazada), la patagua (Crinodendron patagua) y el naranjillo o huillipatagua (Citronella mucronata). 

Aparte de los arbustos que se encuentran en el espinal, merecen mención
el trevu (Chacaya trinervis), el corcolén (Azara serrata) y trepadoras como el chilco (Fuchsia magellanica), la tola blanca (Proustia pyrifolia) y las pequeñas primas de la espuela de galán, el soldadito (Tropaeolum tricolor) y la malla
o pajarito (T. brachyceras).

Entre las plantas herbáceas llama poderosamente la atención por su abundancia el dedal de oro (Escholtzia californica) que, sin embargo, es
una especie introducida accidentalmente en el siglo XIX. Muy características son las “ortigas” chilenas (Loasa acanthifolia, L. acerifolia, L. triloba) y la mariposita (Schizanthus pinnatus). Entre las bulbosas se destacan las añañucas de fuego (Phycella ignea). La floración de las Alstroemerias (mariposa o lirio del campo, Alstroemeria pulchra; A. angustifolia; liuto
o flor del gallo, A. ligtu) se sucede desde septiembre hasta noviembre en
la Región Metropolitana.

La flora de clima mediterráneo
de Chile evolucionó a partir de la emergencia
de la Cordillera de Los Andes, que aisló
nuestro territorio del resto del cono
sur de América y se tradujo en la endemicidad
de muchas de sus especies, características
que permanecen hasta hoy.

Quisco. Echinopsis chiloensis.

Abstract

Chile’s Mediterranean climate floristic region is a world biodiversity hotspot, with about 2,400 endemic plants. Our Mediterranean-type ecosystems are located between latitude 32° and 38° South, from the Pacific Ocean to the foothills of the Andes mountains, transitioning from the semi-desert in the north to the southern rainforest.

 

The valleys of the coastal range preserve the most characteristic formations that can be described broadly as a largely open heath shrubland, a low, Sclerophyllous forest, and an open savanna-like biome dominated by Acacia caven (thorn trees) apparently resulting from degradation of the forest by the activity of humans and introduced herbivorous mammals.

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